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A Rosita Ortega le gusta la percusión. En cada acción del movimiento feminista "Salud Mujeres", se la ve tocando el tambor. Ella es feminista, porque se dio cuenta desde temprana edad que “las mujeres no son protagonistas de la historia”. Desde cosas pequeñas, como el deseo de jugar fútbol y ser tachada de “machona” por las mismas mujeres, hasta el conflicto que vivió por su orientación sexual. “Cuando eres mujer y lesbiana tienes una discriminación doble. El asumirme por mi orientación sexual fue el primer empoderamiento”. 

Rosita es de Ambato, una ciudad pequeña “donde todos se conocen y se toma mucho en cuenta el qué dirán”. A los 15 años comenzó la lucha feminista al querer asumir su orientación sexual. “Nunca fue una opción para mi familia las clínicas de deshomosexualización, pero sí sufrí los castigos de encierro, no ver a los amigos y me mandaron a rezar; mi familia es muy católica y yo también lo era”.

 

A los 18 años decide salir a Quito. “Vivo un proceso de irme de mi casa para estudiar  y vivir mi sexualidad sin que me juzguen. Asumo que lo personal se convierte en político porque vi que mis derechos eran también los de otras mujeres". Se involucra en la militancia estudiantil en la Universidad Central. En ese espacio tuvo que presenciar nuevamente que las mujeres no son protagonistas en los procesos sociales. “A las mujeres no se les escucha mucho. Los varones pueden ser sensibles con los temas de género, pero no se solidarizan de verdad, no caminan con nosotras”.
 
En octubre de 2013, la prima de Rosita fue asesinada, presumen feminicidio. Ella se involucra en el proceso judicial del caso y realiza acciones en Ambato para concientizar a la gente en el tema de violencia de género.  “Es interesante escuchar a mi familia tomar conciencia de género y decir que el machismo puede matarte, pero es triste que nos hayamos empoderado a raíz de una muerte”.